Este mulato de origen peruano realiza la gran hazaña de haber unido en su obra pictórica la época colonial y republicana. Su talento extraordinario se localiza, especialmente, en el retrato y en haber plasmado para el futuro la historia viva, presentada por todos los personajes que de algún modo liberaron a nuestro país. Representa la cultura popular por la carencia de espacio y profundidad de sus telas, el tratamiento casi frontal de sus rostros y cuerpos, el brillante colorido que anima sus retratos y el despliegue de los detalles ornamentales con los cuales cada rincón del cuadro queda visible. Este artista popular, de algún modo, instruye y busca las nuevas orientaciones que impone al neoclasicismo, tales como la definición de la forma a través de la línea y de volúmenes y por la moda imperio que se ha impuesto como símbolo literario en el continente americano. Gil de castro, en sus retratos, trata de fijar al personaje física y sicológicamente. Tal vez sus conocimientos de dibujo y pintura los haya adquirido en el ejército, en los ramos de ingeniería y topografía. Llega a chile en 1806 donde inicia una brillante carrera artística y militar.
Destacan en los retratos el de “doña Nicolaza de

El “Retrato de Bernardo O'Higgins” (1820) de cuerpo entero, muestra un fondo de cordillera y batallas, y un predominio de rojos, blancos y azules; el prócer aparece en toda su grandeza humana, consciente de su poder.
Los temas religiosos los trata a la manera colonial y no son de su mayor interés ya que su mente esta puesta en los nuevos conceptos.

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