El teniente coronel del ejército chileno Mario Manríquez Bravo, estaba muy ocupado gritando órdenes por el micrófono y profiriendo amenazas. Era un hombre alto, rubio, y bien parecido. Se pavoneaba de un lado a otro por el Estadio Nacional de Santiago de Chile, abarrotado de personas de todas las edades, estudiando a sus detenidos con rostro complacido. Evidentemente disfrutaba con el papel que le había sido asignado. En determinado momento reconoció a Víctor Jara* entre sus prisioneros. Hizo una mueca irónica, imitó el acto de tocar la guitarra, rió, y a continuación se pasó rápidamente el dedo por el cuello haciendo la señal de cortarle la garganta. Era el 15 de septiembre de 1973 y el general Augusto Pinochet terminaba con los sueños, la paz y la cultura, en el país con mayor tradición democrática de Latinoamérica. Aún no ha pagado por sus miles de crímenes y asesinatos, torturas, violaciones y todo tipo de delitos....